Después de algunas semanas, no puedo dejarlo pasar ni un segundo más. Son muchos días sin dormir en los que la conciencia futbolística aprieta, atenaza el sentimiento y libera los dedos para escribir sobre uno de los jugadores que harán historia, al menos en una generación.
Paolo Maldini se retiraba la semana pasada después de clasificar junto a sus compañeros al Milan para la Liga de Campeones en ese último encuentro de la serie A y de su carrera deportiva contra la Florentina.
Sin embargo, el verdadero adiós de Maldini se había producido una semana antes, ante su gente, en el estadio de San Siro, aquella gran obra arquitectónica que le había visto crecer. Y es que con la excusa de un partido de liga contra la Roma, el estadio entero expresó sus loas a il capitano, con la única salvedad de un grupo de aficionados, que intentó empañar la despedida de este gran jugador, aunque ni ellos ni nadie, lo conseguirán jamás.
Desde los 16 años, Paolo se ha convertido en un rossonero con letras mayúsculas, y un futbolista digno de admiración. Todo ello bajo la sombra alargada de su padre Cesare, cuya influencia en el deporte de la pelota no fue nunca necesaria para Paolo, que se hizo un hombre, conquistó títulos y se erigió el gran capitán de todo un grande de Europa y del fútbol italiano.
Poco a poco il capitano ha ido coleccionando éxitos durante su carrera, llegando a lograr siete scudettos con el Milan, una copa de Italia y cinco supercopas del país transalpino.
Internacionalmente ha conseguido nada más y nada menos que cinco Copas de Europa, cinco supercopas europeas, dos copas Intercontinentales y un Mundial de Clubes de la FIFA. A los éxitos ha sumado todo un récord de partidos disputados como rossonero y miembro de la selección italiana, con la que suma 126 internacionalidades.
En ello tiene mucho que ver su permanencia en el equipo a lo largo de los años, algo que le ha permitido completar ciclos diferentes con grandes entrenadores como Arrigo Sacchi.
Sus cifras sólo contribuyen a ensanchar la leyenda de un jugador que fue mucho más en los terrenos de juego. Todo un estandarte dedicado al balón. Hace algunas semanas se hablaba de “un monumento a Raúl”. Paolo Maldini no lo necesita, no hace falta que nadie lo pida. Maldini ya es un monumento al fútbol.
Su carrera tuvo, como todas, luces y sombras. Las luces fueron las tardes en San Siro, con la mirada del gran capitán reinando sobre el césped del estadio rossonero, así como las noches de gloria constante, en las que levantaba un título tras otro para su querido Milan.
Con él también se irán dos grandes sombras. La primera de ellas el no haber recibido nunca el Balón de Oro, que se pidió para él. Nunca le importó, siguió trabajando y nunca dejó de luchar, engalanado por esa clase de la que no todos los futbolistas pueden presumir. Hay quien dijo el día de su retirada que “ya podían tomar ejemplo algunos”. Pero es que igual esos algunos tienen más cosas que demostrar de las que tenía Paolo.
En su último día en San Siro, la fiesta fue triste y alegre a la vez. Los aficionados se rindieron ante la grandeza de su ídolo mientras que un grupo de desocupados intentaba aguar la gran cita con pancartas de Baresi. Esa fue la gran sombra, la última de su carrera, y Paolo la esquivó como hacía con los rivales que le salían al paso en el carril del 3.
Paolo Maldini se retiraba la semana pasada después de clasificar junto a sus compañeros al Milan para la Liga de Campeones en ese último encuentro de la serie A y de su carrera deportiva contra la Florentina.
Sin embargo, el verdadero adiós de Maldini se había producido una semana antes, ante su gente, en el estadio de San Siro, aquella gran obra arquitectónica que le había visto crecer. Y es que con la excusa de un partido de liga contra la Roma, el estadio entero expresó sus loas a il capitano, con la única salvedad de un grupo de aficionados, que intentó empañar la despedida de este gran jugador, aunque ni ellos ni nadie, lo conseguirán jamás.
Desde los 16 años, Paolo se ha convertido en un rossonero con letras mayúsculas, y un futbolista digno de admiración. Todo ello bajo la sombra alargada de su padre Cesare, cuya influencia en el deporte de la pelota no fue nunca necesaria para Paolo, que se hizo un hombre, conquistó títulos y se erigió el gran capitán de todo un grande de Europa y del fútbol italiano.
Poco a poco il capitano ha ido coleccionando éxitos durante su carrera, llegando a lograr siete scudettos con el Milan, una copa de Italia y cinco supercopas del país transalpino.
Internacionalmente ha conseguido nada más y nada menos que cinco Copas de Europa, cinco supercopas europeas, dos copas Intercontinentales y un Mundial de Clubes de la FIFA. A los éxitos ha sumado todo un récord de partidos disputados como rossonero y miembro de la selección italiana, con la que suma 126 internacionalidades.
En ello tiene mucho que ver su permanencia en el equipo a lo largo de los años, algo que le ha permitido completar ciclos diferentes con grandes entrenadores como Arrigo Sacchi.
Sus cifras sólo contribuyen a ensanchar la leyenda de un jugador que fue mucho más en los terrenos de juego. Todo un estandarte dedicado al balón. Hace algunas semanas se hablaba de “un monumento a Raúl”. Paolo Maldini no lo necesita, no hace falta que nadie lo pida. Maldini ya es un monumento al fútbol.
Su carrera tuvo, como todas, luces y sombras. Las luces fueron las tardes en San Siro, con la mirada del gran capitán reinando sobre el césped del estadio rossonero, así como las noches de gloria constante, en las que levantaba un título tras otro para su querido Milan.
Con él también se irán dos grandes sombras. La primera de ellas el no haber recibido nunca el Balón de Oro, que se pidió para él. Nunca le importó, siguió trabajando y nunca dejó de luchar, engalanado por esa clase de la que no todos los futbolistas pueden presumir. Hay quien dijo el día de su retirada que “ya podían tomar ejemplo algunos”. Pero es que igual esos algunos tienen más cosas que demostrar de las que tenía Paolo.
En su último día en San Siro, la fiesta fue triste y alegre a la vez. Los aficionados se rindieron ante la grandeza de su ídolo mientras que un grupo de desocupados intentaba aguar la gran cita con pancartas de Baresi. Esa fue la gran sombra, la última de su carrera, y Paolo la esquivó como hacía con los rivales que le salían al paso en el carril del 3.
Se marchó triste, porque desde el club al que tanto le había dado, no salió nadie para defenderle. "Ya es mayorcito para defenderse solo", pensarían. Vaya si lo es, 40 años tiene a sus espaldas y asume los inconvenientes con la máxima caballerosidad.
Como él en su despedida, muchos tratarán de admitir que la temporada que viene no cabalgará en el carril izquierdo rossonero, y pasan de bobadas que nunca empañarán la carrera del tres, acordándose sólo de una pancarta que reivindica el afecto al capitán, lo que significa para la historia del Milan, que pone un broche de oro a su carrera y que estuvo presente durante su última tarde en San Siro: Clonate Maldini (clonad a Maldini).
mario, paolo maldini marcou época. é mais que um ídolo no milan e na seleção da itália, assim como o pai dele, que até já foi técnico da azzurra. saludos, pp
ResponderEliminar¡GRACIE IL BELLO!
ResponderEliminarLeyenda viva del futbol. La derrota y los ·cuatro tontos" ultras no empañan su carrera. Saludos, te espero en mi blog.
ResponderEliminarwww.migustoparticular.blogspot.com
una leyenda absoluta...
ResponderEliminarp: os invito a uniros al grupo de facebook, blogsfcfutbol gracias!
Fantástico artículo y fantástico jugador.
ResponderEliminarUn saludo
Un gran jugador que ha demostrado lealtad a unos colores.
ResponderEliminarSe ha ido uno de los grandes.
Te enlazo¡
Un saludo desde:
http://rockeroakblog.blogspot.com
GRANDE MALDINI y muy grande también el post.
ResponderEliminarSaludos desde
http://saborverdiblanco.blogspot.com/
Una de las mayores injusticias del mundo del fútbol. ¿Qué hace Owen o Cannavaro con un balón de oro? Lo digo con todo el respeto del mundo, pero para mí ese premio no significa nada. Que haya jugadores como Maldini o Henry, o el mismo Raúl en su buena época, que no tengan ninguno me deja un mal sabor de boca.
ResponderEliminarPaolo fue indiscutiblemente el mejor del mundo en su puesto, y lo fué durante muchos años.
GRAZIE MILE PAOLO