Otra noche de "vulgarización"

Al comienzo de esta Champions, en la fase de grupos, hablaba del Bayern como el todopoderoso que había vuelto. Había retornado a la máxima competición continental como uno de los más grandes, e incluso había comentarios que indicaban que podría ser el tapado de esta Champions. Todo ello surgió a raíz de las goleadas escandalosas que le infringió el conjunto bávaro al Sporting de Lisboa, un equipo en el que la defensa estuvo muy floja, y que no ha rendido a un nivel adecuado en esta edición Champions. En el doble enfrentamiento con los lisboetas, el conjunto muniqués demostró tener muchísima pegada y una gran calidad en sus hombres de arriba.

Viendo el partido del miércoles podemos preguntarnos si aquél Bayern no ha quedado por el camino, o si no era tan bueno como pensábamos. Lo cierto es que el resultado del Barcelona- Bayern del miércoles (4-0) sorprendió a todo el mundo. No sólo por lo abultado del marcador, sino por la manera con la que se produjo el descalabro alemán.

La semana pasada, tras la humillación boliviana, decía Maradona que cada gol de Bolivia era como una puñal que le clavaban. Algo parecido vivió ayer el mito Franz Beckenbauer, que desde el palco asistió a una de las derrotas más humillantes que ha sufrido últimamente su club.

Cabe preguntarse si fue culpa del Bayern o mérito del Barcelona. Personalmente, me decanto por lo segundo. El conjunto entrenado por Josep Guardiola maniató al Bayern y luego jugó con él hasta conseguir hacer del partido una fiesta en la que sólo perdía el equipo alemán.

No es una situación nueva en esta temporada. Muchos rivales de entidad han pasado por el Nou Camp esta temporada y han salido vapuleados. Cuando tienen el día, los blaugrana pueden jugar a su antojo con su oponente, y el partido con el Bayern fue una prueba de esto.

A través de la presión, el trabajo y el toque, este Barça desnuda al rival poco a poco como el niño que retira el envoltorio de un caramelo antes de comérselo. Todo ello sin que el oponente se de cuenta, poco a poco, toque a toque, como si ese niño del que hablábamos tuviese manos de terciopelo. Con una presión que comienza en la línea de ataque, el equipo consigue robar la pelota y empezar a tocar.

Es ahí cuando el Barcelona comenzó a desnudar al Bayern, en el centro del campo. La técnica de la medular blaugrana doblegó al centro del campo muniqués, que se quedó desnudo. Se mostraron sus carencias, entre ellas la creatividad; y el Bayern volvió a ser un equipo vulgar como lo fue hace unos días con el Wolfsburgo.

Entonces comenzó la fiesta del Barça. Los hombres de Guardiola provocaron la alegría del público y redondearon un pase casi seguro a semifinales.